jueves, 21 de agosto de 2008

¡La Unión hace la Fuerza!

L'Union fait la Force!

Con el auge de la idea monárquica desde la caída del muro de Berlín y el aparente desmoronamiento del régimen comunista de la URSS, también han ido aumentando los esfuerzos de los enemigos de la Monarquía para contrarrestar los avances experimentados en algunos países como Bulgaria y Rumanía.

Cuanto más se acercaba la posibilidad de una próxima restauración, mayores han sido las manipulaciones de la opinión pública o los escándalos alrededor de alguna Familia Real. Los recientes acontecimientos de todos conocidos son sin lugar a duda resultado de una campaña orquestada dirigida a desestabilizar las Monarquías más firmemente arraigadas del mundo. La prensa amarilla, cuyo único interés es aumentar las tiradas y ganar dinero sin importar a costa de quien, hizo que rumores crearan un ambiente favorable para una crisis profunda en el seno de algunas Familias Reales para convertirla en una auténtica crisis institucional sin base racional.

La Monarquía parece ser un serio obstáculo para las aspiraciones personales o colectivas de muchos gobernantes. Infunde respeto y la sensación de que existe una entidad suprema que evita que se pueda disponer libremente del Estado. Tiene la desventaja de ser débil ante los adversarios, ya que el Rey no debe tomar partido ni por su propia causa si no quiere correr el peligro de ser acusado de extralimitaciones. Esto hace que la institución monárquica represente una presa fácil para astutas maniobras desestabilizadoras.

¿Cuál es la función de los monárquicos ante este panorama?

Los monárquicos, en el pasado prácticamente nunca han sido los salvadores de la Monarquía (S.A.R. el Conde de París dijo en 1977: "Les royalistes ne devraient pas exister"), y si fuera por ellos solos, no se llegaría a restaurar o salvar ninguna Monarquía. La causa principal es la pasividad de la mayoría de los ciudadanos que se consideran monárquicos, la otra frecuentemente la ansia de protagonismo de aquellos que dirigen las organizaciones monárquicas y provocan divisiones internas dispersando las fuerzas que necesariamente tienen que ir unidas. Esa situación es muy pronunciada en Italia y Francia, pero también en países recientemente liberados del yugo comunista como Rusia o Bulgaria, donde los monárquicos están agrupados en muchos círculos distintos perdiéndose la posibilidad de coordinar acciones y estrategias conjuntas.

Hemos llegado a un punto en que debemos reflexionar profundamente sobre nuestra forma de actuar. La situación internacional exige reaccionar rápidamente y elaborar un concepto para poder avanzar. Ninguna organización monárquica puede seguir limitándose a sus fronteras nacionales. La idea monárquica es universal, al igual que es la estrategia que se debe seguir tanto para mantener las Monarquías actuales como para restaurar las que más posibilidades de éxito tienen. Cuanto más universal es una causa, tanto mayor es su razón de causa, pues la causa inferior no es tal sino en virtud de la superior (Liber de Causis, I). La desunión es el mayor favor que los monárquicos podemos hacer a las fuerzas republicanas. La unión de nuestros esfuerzos nos dará mayor entidad a nivel internacional, ayudará a superar reticencias de carácter nacionalista y permitirá usar nuestros medios y conocimientos obteniendo resultados óptimos.

Con el número 5/6 de MONARQUIA EUROPEA se cumplía año y medio de existencia de la publicación. La experiencia nos demuestró que nuestro camino es acertado. Las reacciones de los lectores son reflejo del deseo de encontrar una nueva fórmula que sirva de unión entre todos los monárquicos y de una modernización de la imagen de la Monarquía. A este respecto es importante llegar también a una coordinación con los máximos interesados.

Es el propósito de MONARQUIA EUROPEA de dirigir la mirada hacia el futuro, de presentar la Monarquía como la única forma de organización del Estado moderno capaz de unir el progreso social y económico con un sano entendimiento de la trayectoria histórica de cada país sin caer en demagogias ni manipulaciones. La Monarquía, no cabe duda, aún no ha alcanzado el fin de su desarrollo, más bien no dejará nunca de seguir experimentando cambios en sus manifestaciones externas o su influencia en la sociedad, como, por otra parte, tampoco parece viable su limitación a funciones decorativas. La Monarquía de mañana será distinta de la de hoy y de la de ayer, pero estará más firmemente arraigada con un papel de mayor envergadura si logramos hacer frente a campañas orquestadas y situaciones difíciles. Para ello también es necesario superar la pasividad y la postura de que las Monarquías existentes no necesitan de apoyos activos. Cuando ellas tambaleen, será demasiado tarde. Unámonos, pues, para esa lucha, que si no será la lucha final, con seguridad será la decisiva.

Editorial de Monarquía Europea - Nº 5/6 - Año II - Julio/Diciembre 1992

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