jueves, 21 de agosto de 2008

La Restauración de la Monarquía Brasileña

Hechos históricos y fundamentos teóricos
por Dirk Bovendorp
Juventude Monárquica de Minas Gerais
Brasil (1992)


Nuestra posición defendida en el número 4 de Monarquía Europea (1992) con respecto de los herederos del trono de Brasil fue muy contestada por parte de los seguidores del actual Jefe de la Casa Imperial, Don Luis de Orleans y Braganza (legitimistas). No queremos crear disensiones entre monárquicos, porque nuestro único objetivo común es la restauración de la Monarquía en Brasil. Creemos que el artículo del presidente de la Juventud Monárquica de Minas Gerais es una presentación equilibrada y complementaria a nuestro reportaje anterior y sirve muy bien para convencernos de que los luisistas brasileños no son ni mucho menos fanáticos al estilo de TFP como conocemos esta organización en España. Queremos manifestar, por último, que la cuestión dinástica debe ser resuelta por la propia Familia Imperial. Los monárquicos nos limitamos a apoyar la causa monárquica.

"¡Los señores tendrán que arrepentirse!", profetizó la gloriosa Princesa Isabel, la redentora de los esclavos, al embarcar en el buque Alagoas en dirección al exilio. Ella se dirigía al insignificante grupo de positivistas que promovieron el Golpe militar del 15 de noviembre de 1889 y que impusieron la República en el Brasil sin ninguna consulta al pueblo.

Impuesta la república, el problema inicial consistía en expulsar del Brasil a la Familia Imperial. Inmediatamente fue decretado su embarque a Europa. Don Pedro II fue entonces obligado a dejar la patria antes de la madrugada. de día podría haber habido inconvenientes y necesidad de providencias desagradables para evitar protestas del pueblo.

La humillación a la que fue sometida la Familia Imperial al ser exiliada injustamente del Brasil, dejó sus huellas. La Emperatriz Doña Teresa Cristina no resistió la tristeza de dejar la patria que tanto amaba, y con el agravamiento de sus enfermedades, falleció pocos días después de desembarcar en Portugal.

Así se produjo la ruptura de nuestra honrosa Monarquía y la trágica separación entre el Brasil y la Familia Imperial, en contra de la voluntad del pueblo, dando lugar a la república, instaurada sin ningún compromiso con la Democracia, y en evidente beneficio de los que la promovían.

La visión privilegiada de la Princesa Isabel, ya preparada para asumir el trono, permitió que su profecía fuese confirmada poco después. Bastaron 45 días de república para que nuestra inflación, que durante el Imperio fue de una media del 1,58%, subiese al 11%, y al final del primer año llegase al 41%. Las dificultades de orden político al inicio de la república eran inmensas. la perplejidad causada por el golpe del 15 de noviembre imposibilitó una reacción seria de los elementos extraños o hostiles a la conspiración republicana.

El nuevo régimen, temeroso de que los periódicos continuasen a inducir la revuelta de los cuerpos de guarnición, limita la libertad de prensa (Decreto del 23 de diciembre de 1889), apenas 38 días después del golpe. Ese decreto, por tanto, hizo imposible toda discusión política por parte de la prensa. Y el autoritarismo iba tomando forma ... Basta con decir que durante el Segundo Reinado, al contrario que en la república, la prensa disfrutó de completa libertad para ejercer su misión.

El primer presidente de la república, el alagoano Mariscal Deodoro da Fonseca, abrumado por los problemas financieros, triste sobre el rumbo tomado por la administración, no pudiendo contemporizar con la diversidad de opiniones de los ministros en el seno del gobierno, fue obligado a renunciar nueve meses después de la toma de posesión. De otra forma hubiera sido derrocado por los golpistas mismos en una especie de autofagia positivista, al igual que Robespierre fue guillotinado por la Revolución Francesa.

El gobierno de la Vieja República seguía el rumbo de las convicciones autoritarias de sus gobernantes. El orden se mantenía mediante la represión y el progreso se subordinaba a los caprichos de los presidentes de este período, electos con la insignificante media del 2,35% de la populación. Era una democracia contradictoria sin pueblo, ridícula si no trágica.

Durante nuestra historia republicana, escasos son los momentos en los que los problemas nacionales fueran ajeno a los políticos. Estos en la práctica totalidad, se preocupaban principalmente por defender sus intereses, sus partidos y sus reelecciones. Según Rui Barbosa[i], mientras que el Parlamento del Imperio era una escuela de estadistas, la república era un mostrador para de negocios. ¿Y no parece sintomático la enorme cantidad de candidatos para las próximas elecciones municipales de octubre de 1992?

Conforme constata Monteiro Lobato[ii], la referencia de corrección, moralidad y honradez se desintegró en la república. El ejemplo de austeridad, humanidad y abnegación de nuestros augustos Emperadores cedió a la más repugnante inversión de valores, que se siente incluso hasta el día de hoy, con las sucesivas denuncias de corrupción, de tráfico de influencias y desfalcos de dinero, como demostraron los recientes CPIs.

Desde el golpe positivista, el Brasil dejó de pensar y de tener ideas propias. La revolución republicana fue un atentado contra nuestra verdadera cultura, un gran error al subestimar la capacidad de nuestro pueblo, que se quedó subordinado a desastrosas tentativas de copiar modelos ajenos a nuestra realidad, como queda patente en el plagio del primer texto constitucional.

Estamos ante la única salida pacífica para el restablecimiento del orden moral en Brasil. A ejemplo del éxito español, comprobado recientemente por la magnificencia de los juegos olímpicos de 1992, podemos también restaurar nuestra Monarquía con el plebiscito de 1993. Volver a tener identidad propia y vivir lejos de la ingobernabilidad patológica de la república brasileña. Huir de la inestabilidad política a la que están sometidas las repúblicas como la de Italia o de Francia, y rescatar la grandeza y el respeto digno del Imperio Brasileño.

S.A.I. Don Luis de Orleans y Braganza:

"Brasil se está debatiendo no propiamente en una crisis, pero en una convergencia de crisis de diversa índole - morales, sociales, económicas - que constituyen un único torbellino que agita la nación de punta a punta."



[i].Abogado y periodista, autor del primer decreto de la Constitución de 1898, Ministro de Hacienda en el gobierno del Mariscal Deodoro da Fonseca. Pronunció un emocionante discurso en 1914, en el Senado de la República Brasileña, afirmando estar arrepentido de apoyar el golpe republicano.

[ii].Conocido escritor brasileño que vivía durante el período de transición del Imperio a la República.

Publicado en Monarquía Europea Nº 5/6 - Año II - Julio/Diciembre 1992

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